Antonio Fernández Ram
BASILICA DE LA VERA CRUZ - CARAVACA
Historia
Se comenzó a construir en 1617, con diseños del importante arquitecto cortesano fray Alberto de la Madre de Dios, en el interior del castillo, en lo alto de una colina, en el estilo que imperaba en el primer Barroco, sobre una antigua capilla medieval que albergaba un Lignum Crucis, es decir, un fragmento de la verdadera cruz en la que Jesucristo fue crucificado. Se terminó en 1703.
Desde abril de 1939, recién acabada la Guerra Civil, fue utilizado durante un tiempo como campo de concentración de prisioneros republicanos por el régimen de Franco.2
Características
Antiguo Santuario, en donde se venera la famosa Cruz de Caravaca, ya desde el siglo XIII tuvieron lugar las primeras peregrinaciones que continuarían a lo largo de los siglos. Se convirtió en Basílica Menor el 2 de febrero de 2008, según decreto del papa Benedicto XVI de 3 de diciembre de 2007.
Asimismo, desde 2003 y repitiéndose cada siete años, tiene el privilegio de celebrar perpetuamente un Año Jubilar, concedido por el papa san Juan Pablo II en enero de 1998.3 Este Jubileo perpetuo solo se da en otros cuatro lugares en el mundo: Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.45
Arquitectura
Tiene planta de cruz latina y la fachada principal, realizada con mármoles de la zona, es uno de los mejores ejemplares barrocos de la región. Está declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional desde 1944.
El interior del templo se divide en tres naves, de estilo post-herreriano, caracterizado por la robustez y severidad de los paramentos, creando una sensación de rigidez en contraposición con la fachada. A la sacristía se accede por el lado del Evangelio, mientras que en la Epístola se encuentra la capilla de la Vera Cruz de Caravaca. El cuerpo superior se organiza a modo de deambulatorio que permite contemplar el resto de la iglesia. Posee un órgano en el coro alto, construido en 1776 por el maestro José Folch y seriamente dañado durante la Guerra Civil. Su restauración se llevó a cabo en 2003 y acompaña a los actos religiosos de mayor importancia.
La fachada de la Basílica se realizó en el siglo XVIII con mármoles de la zona, predominando el mármol jaspe, superpuestos al plano de sillería. En ella observamos elementos florales, juegos volumétricos de cornisas e impostas (propios de la teatralidad del Barroco), el uso de los estípites en los conjuntos columnarios, un escudo Real sobre el acceso y otros elementos como la concha de la Orden de Santiago, en alusión a su inequívoca relación con Caravaca. En la hornacina que preside la fachada se encuentra una talla de la Patrona de la ciudad, la Vera Cruz. Como remate superior se curva la cornisa y se organizan siete pináculos. En la parte inferior, a cada lado, quedan talladas dos bestias entre composiciones florales, conocidas por el pueblo de Caravaca como los Dragones Rojos (debido al color del mármol empleado).






Caballos del Vino
Ir a la navegaciónIr a la búsquedaEste artículo o sección tiene referencias, pero necesita más para complementar su verificabilidad. Puedes colaborar agregando referencias a fuentes fiables como se indica aquí. El material sin fuentes fiables podría ser cuestionado y eliminado. Este aviso fue puesto el 29 de abril de 2018.Caballos del Vino Carrera de los Caballos del VinoTipoReligiosa y paganaCelebrada porFiestas de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca.Ubicación Caravaca de la Cruz, Región de Murcia, EspañaPaísEspañaFecha1 y 2 de MayoPágina oficial[editar datos en Wikidata]Los Caballos del Vino es un festejo que tiene lugar en Caravaca de la Cruz (Murcia), España, los días 1 y 2 de mayo. Está organizado por el Bando de los Caballos del Vino, una federación compuesta por sesenta asociaciones denominadas peñas caballistas. Las sesenta peñas, con sus respectivos caballos, participan en tres concursos de distinta índole. Estos son el Concurso de Caballos a Pelo, de Enjaezamiento y de Carrera. El concurso más multitudinario es la Carrera de los Caballos del Vino, celebrada en la mañana del día 2 de mayo. El festejo de los Caballos del Vino es de los más representativos de Caravaca de la Cruz y se lleva a cabo durante las Fiestas en Honor a la Santísima y Vera Cruz, celebradas del 1 al 5 de mayo, y que cada año atraen a la ciudad a más de 100.000 visitantes de todo el mundo. Dichas Fiestas fueron declaradas de Interés Turístico Internacional en 2004 y el festejo de los Caballos del Vino aspira a ser declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.1 Historia Los orígenes de la fiesta se pierden entre la historia y la leyenda. Según la tradición, estando sitiada la fortaleza templaria de Caravaca por los moros granadinos, hacia 1250, y necesitando los moradores agua para abastecerse, ya que los aljibes estaban exhaustos, un grupo de caballeros templarios atravesaron el sitio musulmán, con el consiguiente riesgo que ello entrañaba. Al no poder conseguir agua en el Campillo de los Caballeros, cargaron vino en pellejos a lomo de sus corceles. Volvieron velozmente y con una espectacular carrera burlaron el cerco enemigo para llevar el líquido a los defensores del Castillo, donde ya se guardaba, desde 1231, la Reliquia de la Santa Cruz. Al llegar fueron recibidos con alborozo, ofreciendo y ataviando las mujeres a los mozos y a los caballos con ricos mantos bordados y ramilletes de flores, considerándolos, de esta forma, héroes y salvadores de la situación. Desde la Edad Media, con más o menos esplendor, según las épocas, se viene celebrando anualmente la efeméride. Sin embargo es en el S. XVIII, en pleno Barroco, cuando la fiesta comienza a configurarse como tal, y durante el Romanticismo Decimonónico cuando alcanza la estructura lúdica que hoy tiene. Renovación de las fiestas[editar] En 1959 se realizó la renovación de las fiestas, dado que por la Guerra Civil y de la posguerra se encontraban en decadencia. Se crearon grupos de moros y cristianos, se estructuraron los primeros desfiles y se empezaron a crear muchas de las peñas que actualmente participan en las fiestas. En el caso de los caballos del vino, los mantos en la época de la renovación se elaboraban con colchas de cama de los ajuares de las novias o con mantones de manila de las novias, madres o hermanas de los componentes de las peñas. Posteriormente se comenzó a bordar los mantos con oro y seda hasta llegar a la actualidad donde un manto puede llegar a costar miles de euros y se tarda en elaborar prácticamente un año. El trabajo de bordadoras y de diseñadores de mantos esta muy reconocido en la ciudad. Los Caballos del Vino[editar] 1 de mayo En la tarde del 1 de mayo tienen lugar los denominados "caballos a pelo", un concurso morfológico en el que el corcel al desnudo muestra su belleza y porte por las calles de Caravaca hasta llegar a la "Plaza del Hoyo o Plaza de los Caballos del Vino" donde tiene lugar el concurso y se valora su porte, pelaje, crines, movimientos ect. En esta plaza hay una estatua entorno a la cual el caballo gira junto a su peña y donde deja ver las características que se juzgan en la competición. Cuando finaliza dicho concurso se abren las exposiciones de los mantos o enjaezamientos para que tanto los caravaqueños como aquellos que vengan de fuera puedan admirar el trabajo que peñas, diseñadores y bordadoras realizan durante un año entero. Estos mantos o enjaezamientos están realizados en seda, oro, plata y pedrería, y en ellos se pueden apreciar diferentes escenas y personajes de la fiesta y del pueblo. 2 de mayo La fiesta comienza la madrugada de antes con el lavado y el enjaezamiento del caballo en más de 40 lugares diferentes de la ciudad. Pocos espectadores, solo los más vinculados a las peñas o familias, asisten a la ceremonia.[cita requerida] Después de este ritual ancestral los Caballos del Vino dan comienzo cada año a la Fiesta Mayor que se dedica a la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, haciéndose con las calles de la ciudad con sus mantos bordados en seda y oro y la carrera de los caballos en la Cuesta del Castillo.[cita requerida] A los Caballos del Vino, de Rafael Pi Belda. La carrera de los caballos del vino ha ganado prestigio y es el concurso con más auge dentro de las fiestas de esta ciudad. Actualmente el récord de tiempo esta en 7 segundos, 713 milésimas realizada por la peña caballista Artesano en el año 2016. La clasificación del año 2017 es:


¡Caballo en carrera!
El evento de los Caballos del Vino, descrito por D. Pedro Ballester, antiguo Capellán del Santuario de la Vera Cruz, como «insólito y pasional», cobra todo su significado y sentido en uno de los actos centrales de las Fiestas en Honor a la Santísima y Vera Cruz: la Carrera de la Cuesta del Santuario, conocida popularmente como «la Cuesta del Castillo» o simplemente «La Cuesta». Dos palabras que apenas pueden contener el torrente de pasión, fuerza y adrenalina que se desata en este episodio de la Fiesta.
Concebida desde el principio como una contrarreloj en la que compiten los diferentes animales de las peñas caballistas, sus orígenes legendarios se remontan a la Edad Media, cuando los cristianos templarios rompieron el cerco musulmán bajo el que se encontraba el alcázar, a la carrera con la fuerza de sus caballos, para llevar pellejos de vino a los prisioneros que allá arriba padecían cautiverio. La génesis más real de la carrera se encuentra en el cuarto final del siglo XX, cuando los mozos vecinos de la Calle Larga se reunían para competir por el caballo más veloz en subir la cuesta del Castillo para llevar a bendecir los vinos.
Tanto en el pasado como en el presente, la Carrera es uno de los acontecimientos más esperados y multitudinarios de las Fiestas de Caravaca. La contrarreloj con la que se prueban los caballos determina cuál de ellos es el más rápido en ascender la cuesta; pero no todo se basa en la velocidad del animal. Las reglas de la carrera exigen que el caballo llegue a la meta con sus 4 caballistas asidos a los flancos, so pena de ser descalificado. Entra en juego, por tanto, la pericia y resistencia de los mozos que controlan a la bestia, los cuales deben prepararla, guiarla y contenerla, si llegara el caso. La emoción de las peñas se palpa en el ambiente cuando sus caballos ascienden, y la tensión y los nervios están presentes en todo momento al comprobar los tiempos que marcan sus rivales.
Al terminar de subir todos los animales, se procede a entregar los trofeos a las diferentes categorías en la explanada de la Real Basílica Santuario, acto en el que participan las autoridades locales y festeras. Es necesario remarcar la extrema precaución con la que se debe asistir a la Carrera de la Cuesta. Es un acto muy popular, por lo que el lugar se atesta de público que ha de apartarse en el último segundo para dejar paso a los caballos y los caballistas. La aglomeración de personas, la velocidad de los animales, tropezones e imprudencias hacen que la Cuesta conlleve cierto riesgo, que se puede evitar y subsanar con alerta y sentido común.
La Fiesta de los Caballos del Vino existe para ser disfrutada por todos; colaboremos para hacerla segura.
La cuesta de la Simona
Se llama Calle del Hoyo, pero la conocen como Cuesta de la Simona. La mayor parte del año solitaria, silenciosa, un reto para las piernas; al llegar arriba, las pulsaciones se han doblado, como poco. Pero el día 2 de mayo la Simona se transforma. Las pulsaciones vuelven a aumentar, pero por motivos diferentes. La Simona se sorprende, pues ha pasado de estar sola a contener cientos, miles de personas, vestidas de rojo y blanco, que jalean, vitorean, se emocionan y aumentan el valor de “el último segundo” al paso de las bestias aceleradas. Pues el día 2 de mayo, la Simona es testigo de un inicio, una presentación.
Los Caballos del Vino son puestos a prueba, muestran de lo que son capaces, y ensayan para la gran carrera que tendrá lugar en la Cuesta del Santuario horas después. Entonces, se someterán al juicio de un cronómetro. En la Simona lo hacen bajo la mirada del pueblo, pasan la prueba del público. Algunos empezarán a especular resultados, los prudentes aguardarán a la Carrera del Castillo. Los mozos que van con los caballos guardan silencio. Su mente y su concentración ya se encuentran allí. La Simona es un ejemplo, un aperitivo, el entrante fuerte. Es en el Santuario donde se van a mostrar las cartas.
La historia de la carrera
Por Francisco Fernández García
La Carrera de los Caballos del Vino es el concurso más antiguo, constituyendo también su parte más emocionante y vistosa. Se desarrolla en la Cuesta del Castillo con una distancia de 80 metros con una pendiente del 14%, salvando un desnivel de 11 metros. Consiste en una carrera que cada caballo, de uno en uno, realiza acompañado por cuatro caballistas que corren a su lado, agarrados a él, dos delante y dos detrás, produciéndose la eliminación automática si alguno de ellos se suelta antes de cruzar la línea de meta.
En la actualidad se cronometra con los más modernos sistemas, aunque a lo largo del tiempo de han utilizado otros, desde la aclamación y aplausos del público hasta la medición manual marcando la salida con una bandera, pasando también por un jurado. En este sentido podemos recordar el testimonio de Pedro López Ruiz referido al año 1917 que testifica su existencia, estando formado por varios componentes de la Comisión de Festejos, que “califica o juzga con verdadera imparcialidad y justicia, del caballo o caballos que por su velocidad en la carrera, se ha hecho o se han hecho acreedores al premio o premios”, consistiendo hasta época moderna en una cantidad de dinero y una arroba de vino bendecido, variando según los años y la categoría del puesto obtenido. En actualidad no existen premios en metálico, sirviendo de estímulo el orgullo de ser el primero.
Aunque generalmente se celebran tras la ceremonia de la Bendición del Vino, a lo largo del tiempo también se han realizado inmediatamente antes, generalizándose a partir de 1943 el primero de ellos.
Se desconoce su cronología, aunque testimonios orales recogidos por Gregorio Sánchez Romero sostienen que ya se realizaban a mediados del siglo XIX, produciéndose paulatinamente cada año un mayor arraigo y aceptación en la población, alcanzando gran importancia en la última década de este siglo, tras superar en 1892 un intento de prohibición por razón de su peligrosidad, y convirtiéndose en el reclamo mas atractivo para el público “entre los numeros del programa”. La crónica festiva de 1902 destaca su generalizada aceptación y estimación por el público, tanto para los naturales como para los forasteros: “Según nos aseguran, son bastantes los caballos que están preparando para efectuar las tradicionales carreras de caballos del vino, en la Cuesta del castillo. Es una fiesta algo peligrosa, pero que atrae mucho público”, comenzándose también a valorar la pericia de los caballistas y la ausencia de accidentes, como recoge la crónica de 1894: “Los caballos del vino, sin atropellar a nadie, a que son tan expuestos por las condiciones en que se dan las carreras”. A partir también de esta época, empiezan a anunciarse en algunos programas de fiestas, aunque no en todos, calificándolas de “típicas” y “tradicionales”, lo que indica su antigüedad y arraigo.
Tradicionalmente eran los mismos caballos y yeguas que se utilizaban diariamente en las faenas agrícolas los que participaban en la fiesta, comenzando a ser mas selectivos en los años 60 del pasado siglo hasta llegar a la época actual, donde hay una gran especialización, tanto en la selección del animal, su cuidado, ejercicio y alimentación, como en la preparación física de los caballistas y entrenamientos que duran todo el año.
Aunque pueda parecer extraño, no siempre han gozado de la misma aprobación e interés, atravesando incluso algunos periodos de crisis en que se ha realizado a manera casi de simulacro. Así a la época de esplendor de los referidos años 60, con caballistas tan extraordinarios como “el Arturo”, “el Tines”, Mariano Tudela, los “Gambas”, José “el Habitación”, Juan “el Chavo”, entre otros muchos, culminadas por “los Frenos” en los 70 sucedió una época de crisis, que se extendió durante una década, hasta que los esfuerzos de peñas jóvenes como Gacel y Terremoto le devolvieron la categoría que nunca debió de perder.
En los últimos años ha alcanzado un desarrollo extraordinario rebajándose a 7 segundos el tiempo invertido en la realización de la carrera gracias al esfuerzo, constancia y trabajo de los caballistas,. El mejor tiempo hasta el momento fue el alcanzado por la Peña Artesano en la carrera de 2016, dejando el crono en 7 segundos y 713 milésimas. En estos últimos tiempos han destacado las Peñas Aspirante y Ambicioso, con tres primeros premios consecutivos cada uno de ellos.

















